Mientras te acuno en mis brazos,
entre lágrimas de amor,
es que a veces no comprendo,
este pobre corazón.
Y pensar que había pensado,
abandonarla en secreto,
de no haber sido por el Ángel,
y de lo que dijo en aquel sueño.
Si todavía me cuesta creer,
que se haya fijado en mí el cielo.
Espero sepas comprenderme,
yo sólo soy un pobre carpintero.
Aquí cuidando de Tu Madre,
y contigo aquí en mis brazos,
soy más feliz que el hombre más feliz,
que la tierra haya pisado.
Pero está tan fría esta noche,
estamos tan lejos de casa.
¡Ay Dios, qué raros son tus planes!
dije a la noche estrellada.
Hubiera querido darte,
un palacio y no este agujero,
pero Tú sabes, no hay lugar
para el Hijo de Carpintero.
entre lágrimas de amor,
es que a veces no comprendo,
este pobre corazón.
Y pensar que había pensado,
abandonarla en secreto,
de no haber sido por el Ángel,
y de lo que dijo en aquel sueño.
Si todavía me cuesta creer,
que se haya fijado en mí el cielo.
Espero sepas comprenderme,
yo sólo soy un pobre carpintero.
Aquí cuidando de Tu Madre,
y contigo aquí en mis brazos,
soy más feliz que el hombre más feliz,
que la tierra haya pisado.
Pero está tan fría esta noche,
estamos tan lejos de casa.
¡Ay Dios, qué raros son tus planes!
dije a la noche estrellada.
Hubiera querido darte,
un palacio y no este agujero,
pero Tú sabes, no hay lugar
para el Hijo de Carpintero.
Y te cantaré canciones,
de nuestro pueblo y su cansancio,
inclinado ante la cuna,
que haré con mis propias manos.
Cuando crezcas, cada noche,
te contaré historias de sembradores,
de semillas, de tierra fértil,
de ovejas perdidas y de pastores.
De un hombre que encontró un tesoro
y por Él lo dejó todo,
y así sabrás cuánto te quiero,
y que aquel hombre es este carpintero.
Y te veré crecer despacio,
en cada primavera,
te hablaré de nuestro Dios,
te enseñaré lo que pueda.
Éste es el hombre que soy,
eso es todo lo que puedo darte,
no tengo oro, ni plata,
sólo un corazón para amarte.
El que sólo entiende
de clavos y madera,
el que por Ti daría,
daría su vida entera.
Es que por Ti daría...
mi vida entera.
de nuestro pueblo y su cansancio,
inclinado ante la cuna,
que haré con mis propias manos.
Cuando crezcas, cada noche,
te contaré historias de sembradores,
de semillas, de tierra fértil,
de ovejas perdidas y de pastores.
De un hombre que encontró un tesoro
y por Él lo dejó todo,
y así sabrás cuánto te quiero,
y que aquel hombre es este carpintero.
Y te veré crecer despacio,
en cada primavera,
te hablaré de nuestro Dios,
te enseñaré lo que pueda.
Éste es el hombre que soy,
eso es todo lo que puedo darte,
no tengo oro, ni plata,
sólo un corazón para amarte.
El que sólo entiende
de clavos y madera,
el que por Ti daría,
daría su vida entera.
Es que por Ti daría...
mi vida entera.
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